Pero había algo que no les cuadraba a Fernando y su mujer. Fue el cuñado de Fernando quien lo vio.
- Oigan, ahí le falta algo.
- ¿Qué le falta?
- Algo. El acento.
- Es italiano.
- Será italiano, pero no se nota.
- En italiano 'mío' no lleva tilde.
- Pero churro es churro también en español.
- Pero mío es mio, no mío.
- Cierto, aunque también es una marca.
- Una marca en español.
- ¿Y qué hacemos?
- No sé.
De pronto, Fernando recordó algo.
- Espera.
Fernando abrió su casilla de correo y redactó un mensaje. Las dudas de Fernando eran razonables. Hubo un par de correos de intercambio y después varios días sin comunicación.
Y al fin, un día, llegó esto.
Y con ello, esto otro: "Fue mi cuñado quien encontró el error. Al fin hicimos
el cambio y quedamos muy tranquilos. Era italiano, pero aquello no estaba muy claro. Les comparto la foto después del trabajo del publicista."
Hay un particular regusto en las cosas bien hechas. No hace falta explicarlo, basta con que seamos sujetos, no objetos. Igual que Churro mío no es Churro mio, sino Churro mío, y ahora extrañamente, seguro que todo sabe mejor.
1 comentario:
Buenos días, así fue como sucedió esto, claro que Pablo lo cuenta mejor que yo. Ya cambiamos los avisos que estaban hechos y en los próximos se tendrá en cuenta el acento. Muy buena nota, gracias.
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